miércoles, 2 de agosto de 2023

Parte 4. La llamada del león.

 Un equipo especial.


Daniel y Jaime se adentraron en el bosque y comenzaron a correr con todas sus fuerzas. Para Daniel, aquello era algo simple y pronto comenzó a saltar de rama en rama sin dificultad. En el suelo Jaime miraba con una pequeña sonrisa a su amigo exhibirse. Pronto pudo notar que la oscuridad comenzaba a cerrarse sobre ellos. Nuevamente los seres oscuros comenzaban a moverse. Planeando un ataque, Jaime corrió más rápido y se acercó a Daniel

—Sé que esto es raro y hay mucho que procesar, pero lo que vas a ver a continuación es algo que eventualmente podrás hacer, lo prometo, así que por favor sígueme de cerca.

Daniel vio a su nuevo y raro compañero de manera desconcertada mientras este daba un salto realmente alto. La impresión de Daniel se convirtió en miedo al ver que adelante sombras en forma de lobos y animales carroñeros comenzaban a correr en su dirección. Por un momento se detuvo asustado, pero una luz brillante ahuyentó a los enemigos. Jaime se había transformado nuevamente en águila. Daniel miró al imponente ave de caza con emoción.

—Es todo lo que puedo hacer por ahora, no tengo mucha energía porque no he tenido tiempo de descansar, no tengas miedo y sigue avanzando, casi hemos llegado.

A penas terminó de hablar Jaime una luz comenzó a caer lentamente. Parecía una estrella fugaz, pero el brillo era mucho mayor y podría cegar a quien lo viera. La luz no parecía parar y desaparecer como lo hacen las estrellas fugaces, sino que se precipitaba al sueño de manera cada vez más rápida. Cuando finalmente cayó, un rayo de luz como una torre iluminó la noche haciendo un ruido estremecedor como el de un trueno. Jaime comenzó a volar más rápido en aquella dirección, dejando en poco tiempo a Daniel atrás, quien temeroso apresuró el paso.


En el sitio del impacto, un niño se encontraba desnudo, en posición fetal, dormido. A su alrededor, la oscuridad de la noche parecía transformarse. Las sombras de los árboles parecían alargarse como brazos para tomar a aquel pequeño. Figuras de animales deformes comenzaban a gruñir desde lejos. Las sombras se movieron rápidamente hacia aquel chico. Pero antes de que pudieran alcanzarle, Jaime llegó al lugar, extendió sus alas y desprendiendo una luz que hizo que aquel lugar pareciera estar bañado de la luz del día. Las sombras normales del bosque volvieron. Pocos segundos después Daniel llegaría al lugar.

Jaime tomó nuevamente una forma humana, se cubrió con la gabardina que traía en una de sus patas, y cargó al niño.

—No debe tener más de diez años— Dijo Daniel un poco preocupado.

—La edad es irrelevante para nosotros, pero su forma actual es más débil que la de nosotros, por eso es que se ve mucho menor. Supongo que podrías nombrarlo a él también, nos resultará más fácil mientras estemos en este mundo.

Daniel sonrió al escuchar aquello, vio la cara del niño. La mandíbula un poco grande y la nariz un poco grande y achatada en la punta, los pómulos poco sobresalientes, una piel blanca acompañada de cabellos lacios rubios le dieron un nombre inmediatamente a Daniel.

—Tomás, tiene cara de Tom.

Daniel y Jaime comenzaron el camino de regreso a la casa Welther. Ambos siguieron alertas por aquellas sombras. Debido al cansancio Jaime respiraba cada vez con más dificultad y más profundo, mientras cargaba al pequeño en sus brazos. Al darse cuenta de esto Daniel lo relevó. Les tomó una hora regresar al lugar en el que se habían conocido. Al llegar a la casa se encontraron con una de las ventanas abiertas, era la ventana de uno de los cuartos de las niñas. Con mucho esfuerzo Jaime subió hasta la ventana. Al entrar en el cuarto se volvió para ayudar a Daniel con el niño. De un solo salto el último integrante del equipo entró en la casa. Karla y Johanna estaba esperando a los invitados adentro. Ambas se veían arregladas para dormir, pero sus expresiones indicaban que estaban más perceptivas y atentas que nunca. Al ver a un niño pequeño también desnudo Karla decidió buscar un poco de ropa mientras Johanna tapaba a al nuevo integrante con una sábana y se sentaba, esperaba una explicación al igual que Karla y Daniel quienes también buscaron un lugar para sentarse.

—Supongo que nadie recuerda nada sobre la orden del águila.


La orden del Águila.

—Hace muchos años fui elegido por mis cualidades para ser el encomendado de la protección de la sangre real. La orden del águila está diseñada para ser la guardia real en el cielo. Pero yo fui elegido expresamente para esta misión. No sé los detalles, no creo que mis superiores supieran mucho tampoco, pero lo que sí sé es que es de vital importancia que rescatemos a alguien que se encuentra encerrada en algún lugar de esta ciudad. Ella vino mucho antes y es más poderosa e inteligente que yo. No sé si fuimos elegidos para rescatarla o es obra del destino, pero de entre todos los más calificados de la orden me eligieron a mí. Alguien más fuerte pudo venir, pero yo fui seleccionado.

Los chicos se sentaron alrededor del sujeto que estaba hablando. A penas se había presentado con las chicas. Ellas también decidieron que el nombre original de aquel tipo era demasiado difícil y Jaime era un buen reemplazo.

—No hay mucho tiempo para explicarlo, pero creo que puedo darle un poco de sentido a los recuerdos que tienen. Ustedes al igual que yo vienen de un mundo diferente a este, en donde la energía se manifiesta de maneras más puras en forma de almas que protegen un sentimiento especifico. Estas almas son lo seres e luz y ustedes son seres de luz. Al llegar a este mundo adoptaron la forma que tienen debido a que la energía en este lugar es menor, si se mantuvieran transformados todo el tiempo, morirían dentro de poco debido a que este lugar no puede sostener nuestras energías.

Los oyentes sintieron un cosquilleo en sus estómagos, como si pudieran comprender de lo que Jaime hablaba. Pero la emoción era eclipsada por más preguntas que nacían de las respuestas que recibían. Aun así, parecía que podían entender todo lo que decía su nuevo compañero.

—Ustedes ya han visto, soñado o sentido aquel otro mundo al que pertenecemos, lleno de colores, luz y libertad, pero no han podido despertar sus poderes porque se han acostumbrado a este mundo. Eso es en parte debido al método que usaron para llegar a este lugar. El “vortex de conexión” es una forma inestable de viajar entre mundos, pudieron haber terminado en otra realidad o línea temporal diferente, pero no fue así, deben ser afortunados, no muchos se salvaron.

—Nuestro mundo vivía en una armonía aparente que era molestada eventualmente por los seres de las sombras, que buscan escapar de los confines de su mundo y corrompen todo lo que tocan. El héroe de Antasia, Arakanos, contuvo la mayoría de las invasiones al continente, él también es miembro de la orden del águila— Los ojos de Jaime parecieron brillar—. Pero un día desapareció, las invasiones fueron cada vez más frecuentes y, de un momento a otro, la oscuridad comenzó a corromperlo todo iniciando por el este y extendiéndose al palacio del león blanco, quien huyó y nadie supo qué pasó con él, al menos en ese momento.

—Las sombras fueron imparables, corrompían todo lo que tocaban, muchos buenos guerreros perecieron tratando de luchar, pero fueron vencidos. Antasia, ya sin su protector cayó pronto en manos de la oscuridad. Pero de entre todo lo malo hubo cosas buenas, la llamada del León blanco nos dio la alerta a los de la orden. La misión de salvar a los que estuvieran desperdigados en otros mundos, la misión de llevar fuerzas a la resistencia que organizó el Lobo Blanco. Al parecer también fue el rey el que abrió puertas de luz por todo el continente de Antasia para que muchos pudieran escapar. Creo que él sabía que nada podía detener a las sombras en el momento en que atacaron, y lo mejor era reunir a la mayor cantidad de sobrevivientes posible en otros lugares para poder luchar después. Durante los últimos cinco años, la resistencia ha intentado recuperar el continente, han luchado bien, pero las sombras siguen ganando terreno y desde su primera invasión, han conquistado partes de los otros cuatro continentes 

La habitación en donde se encontraban los cinco jóvenes era la recámara de huéspedes. La oscuridad languidecía con la aparición del sol. La luz iluminando el cuarto advirtió a Jaime del tiempo que había trascurrido desde su llegada.

—Ninguno de ustedes parece recordar su vida en nuestro hogar, pero estoy seguro que han soñado con sus praderas, con sus montañas, estoy seguro que han sentido la llamada de su rey y estoy seguro que no es una casualidad que todos nos encontremos aquí hoy. Aun así, lo que nos haya reunido no puede decidir sobre nosotros, ni yo puedo hacer cambiar la vida que han tenido en este lugar, por esta nueva aventura en la que nos espera persecución y muchas dificultades.

Habían pasado tres años desde que Daniel había llegado a aquel lugar. En el caso de Karla y Johanna eran siete. Era lógico que ellas fueran las más renuentes a la hora de aceptar todo lo que aquel extraño les contaba. De ellas eran la casa en la que estaban y una parte de la riqueza de los Welther. Ellas encontraron en Adrienne a una querida familiar, Arlen, por otra parte, no pasaba mucho por el lugar y no parecía importarle el destino de las chicas de su hermana. Daniel por su parte no tenía ningún lazo fuerte con la tierra a la que había llegado y siempre sintió curiosidad por aquel otro mundo que veía en sus sueños. Las caras de duda que se reflejaron en las chicas, hicieron que Jaime se relajara “después de todo es mucha información para ser procesada en tan poco tiempo” pensaba. En ese mismo instante la vista del hasta hace poco extraño comenzó a nublarse, y sin poder detenerse, cerró los ojos y cayó pesadamente en el suelo.

El resto, con excepción del dormido Tom, miraron incrédulos lo que había pasado, aquel chico se había desplomado en frente de ellos. El esfuerzo había tomado todo de Jaime, ahora el cansancio se apoderaba de él después de verificar que estaba en un buen lugar. Los tres chicos que quedaron despiertos se miraron los unos a los otros estudiándose y una pequeña risa salió de los tres.

—Entonces qué hay de desayunar —Dijo finalmente Daniel mientras reía mostrando todos los dientes.

Parte 3. La llamada del león.

 ¿Unos nuevos amigos?

—Dejé la torre de la orden del águila del norte buscando a los sobrevivientes. Desafortunadamente la obscuridad estaba cubriendo la mayor parte del mundo cuando me decidí a venir. Antasia es quizás el continente más afectado, lo cual es obvio ya que su sangre real desapareció hace cincuenta años.

Las chicas estaban confundidas. Lo que aquel hombre les estaba diciendo no les parecía coherente. Además, no mostraba el más mínimo pudor. Se encontraba desnudo en una noche fría frente a dos damas.

—No sabemos de lo que hablas, y antes de que sigas hablando por favor ponte ropa —gruñó Karla mientras miraba a otro lado.

—Eh... —La confusión del chico era visible—…Ya veo, han pasado suficiente tiempo en este mundo como para olvidar todo del otro. No tengo ropa, acabo de llegar hace poco. Los ancianos de la orden usaron el ritual con luz real, y crucé apenas hace unas horas. De no ser por la voz del rey de Antasia no las habría encontrado. Si les parece mejor usaré mi forma original, aunque gasto más energía de ese modo.

Apenas dijo estas palabras, aquel hombre se transformó nuevamente en un águila hecha de luz. La figura era la de un águila real, pero su tamaño era muchísimo mayor al de cualquier ave que se hubiera visto.

—Debemos ir rápidamente de vuelta a la casa en la que viven, allí nos encontraremos con el cuarto miembro del grupo. Son miembros de la familia felina así que supongo que podrán llegar rápidamente. Hay que reunirnos con nuestro hermano, no sé mucho, pero creo que es un mono, no hay tiempo para explicar, hay que darnos prisa, pronto le harán algo muy malo a una de nuestras hermanas.

Karla y Johanna no podían entender nada de lo que aquel extraño sujeto hablaba, pero un instinto les hizo correr de prisa entre las ramas y troncos del bosque buscando llegar pronto a la casa. Era como si de pronto una voz en sus subconscientes les dijera que siguieran a ese tipo tan raro.

Al llegar al perímetro de su hogar, ambas chicas se fijaron en una de las ventanas de la cocina. Los pedazos de vidrio las puso en alerta. Aquel sujeto en forma de águila real no conocía al ser de luz que se encontrarían, sólo sabía detalles generales sobre la misión. Las circunstancias de su encuentro también le eran desconocidas y debido al ataque sufrido recientemente por las hermanas, habría que estar totalmente alerta. Karla y Johanna entraron en la cocina, afuera, el nuevo aliado le tendería una trampa al intruso. De manera silenciosa, las hermanas entraron a la cocina. La puerta soltó uno que otro sonido que fue opacado por el ruido de frascos de vidrio siendo vaciados y dientes mascando diversos alimentos. Los cabellos de Karla de pronto le estorbaron la vista por lo que se detuvo un momento. Con un pequeño contacto visual y una seña con la cabeza, las hermanas prepararon un plan. La misión de Johanna era prender la luz, la misión de Karla sería la de atrapar al intruso y en caso de fallas, la trampa de afuera sería la que definitivamente atraparía al culpable.

Cuando el plan comenzó, el intruso tuvo apenas unos segundos para reaccionar. Las chicas se impresionaron al ver una sombra moverse ágilmente hacia la ventana. En su vida nunca encontraron a nada, fuera de ellas mismas, que se moviera tan rápido. No obstante la rapidez del intruso, Johanna pudo cortarle el paso. Viendo la vía de su escape cerrada, la astucia del hambriento chico, le dio la ventaja en la situación. Arrojó un frasco de pepinillos a la enemiga que tenía enfrente, al mismo tiempo que saltaba a la pared cercana y usaba el impulso para saltar por la ventana con sus dos pies y una mano. El frasco distrajo a Johanna, quien pudo esquivarlo sin problema, pero le impidió seguir al ladrón, ambas se impresionaron de la agilidad de aquella figura.

Mientras caía, Daniel dio una mordida a un pedazo de pan que tenía en la mano izquierda. Al aterrizar casi se ahoga al ver la figura de un águila iluminando la noche.

—Es suficiente hermano, no queremos lastimarte.

Daniel se detuvo por la impresión, su rostro se quedó en blanco y mientras el pan resbalaba de su mano, las dos niñas salían para ver a dónde habría ido su presa. Las luces de la casa comenzaron a iluminar la noche, algunos de los empleados del hogar se habían levantado ante los ruidos extraños.

—Es mejor que se escondan —murmuró Karla mientras ordenaba su cabello y respiraba profundamente.

Aquella águila adoptó nuevamente una forma humana y tuvo que arrastrar a Daniel quien, al presenciar aquello nuevamente se quedó paralizado por la impresión, era un día muy extraño para él, para todos. 

—¡Estás desnudo! — fue todo lo que dijo Daniel al recuperarse.

Cuando los empleados llegaron a la cocina y vieron el desastre que había allí, se alarmaron. Karla entraría a la cocina para alertar sobre un ladrón que se había dirigido al bosque y que llevaba consigo algunos alimentos. La mayoría de los empleados planeó perseguir al culpable, pero las niñas sólo dejaron que dos de los hombres fueran a inspeccionar los bosques. Mientras tanto Daniel y aquel sujeto tan raro se escondían bien en el lado contrario de la casa.

—No tengo idea de lo que pasa, ¿Quiénes son ellas? ¿quién eres tu? Y por qué sigues desnudo— dijo en voz baja Daniel.

—Mi nombre es Ya Ai Mehen… bueno, al menos ese es el nombre que se me dio en la orden. No quisiera repetir varias veces lo que voy a decirte, así que es mejor que esperemos a que ellas vengan.

—¿Qué tipo de nombre es Ya Ai Mehen? —el rostro del chico de cabello castaño y brazos largos reflejaba muy bien su emoción de confusión total que empeoraba conforme le daban explicaciones

—Supongo que el pasar a este mundo sin sangre real tiene efectos contrarios. Pero tú tienes más habilidades que ellas, estoy seguro que has visto nuestro mundo, aunque sea en sueños.

Daniel se impresionó, aquel sujeto le hablaba de otro mundo en sus sueños, nunca había hablado de eso con nadie, y aunque la situación le parecía extraña, algo dentro de él comenzó a emocionarse, una alegría le comenzó a inundar el pecho. No estaba loco, aquel mundo de sus sueños existía, Daniel pertenecía a otro lugar, y aquel raro sujeto le llamaba hermano por alguna razón, lo que hacía que se sintiera más aliviado.

—No puedo seguirte llamando Ya Ai Mehen, es muy raro, te parece mejor Jaime, se parece mucho y no es tan raro.

Las palabras de Daniel le impresionaron, pero a Jaime le parecía un nombre adecuado.

—No me importa, En Antasia todos tienen nombres, pero no los usamos tanto.

Las palabras de aquel sujeto emocionaron un poco a Daniel, pero antes de que pudiera preguntar nada el sonido de un pasador y una ventana abriéndose lo interrumpieron. 

—Todos en la casa están alertas, no creo que puedan entrar por ahora. Toma, tapate —Johanna había abierto una ventana y lanzaba en ese instante ropas al piso para que Jaime se pudiera vestir.

—Está bien, quería que todos fuéramos a recibirlo, pero ya que las cosas están así, es mejor que yo vaya por el pequeño, llegará pronto y es cerca, cuando lo encuentre vendremos los tres.

Ninguno de los jóvenes entendía qué era lo que decía aquel sujeto al que acababan de conocer, pero quizás más raro era el hecho de que ninguno se cuestionaba mucho al respecto, era como si Jaime pudiera comandar y dar órdenes, un líder natural, elegido precisamente para la tarea de reunir a un equipo especial. 

—Les prometo que me explicaré cuando vuelva.

Jaime sólo tomó la gabardina del suelo y se cubrió mientras corría hacia el bosque. Daniel no supo qué hacer por un segundo, pero comenzó a seguirlo. Johanna cerró la ventana de la casa y no podía evitar preguntarse por qué aquel exhibicionista sólo había tomado la gabardina vieja de Arlen.

Parte dos. La llamada del león.

 Las señoras de la casa Welther.

Cuando Las niñas abrieron los ojos lo primero que apreciaron fue a un hombre elegante frente a ellas. Atrás de él se encontraba una señora de unos cuarenta años de edad. El vestido y las joyas que portaba aquella señora le conferían un aire de realeza que ninguna de las niñas pudo negar. Pero eran sus rasgos finos, sus pómulos prominentes, su piel blanca y labios delgados y rojos que se sumaban a unos ojos azules profundos y brillantes como el zafiro, lo que las cautivó de verdad. Otro hombre se acercó a preguntarles a las niñas sus nombres y su estado de salud. Pero ninguna de las dos supo responder. Ese era el primer recuerdo de ambas chicas. Fuera intencional o por defensa inconsciente, las chicas habían olvidado todo. No sabían ni cómo se llamaban ni en dónde se encontraban. Los hombres que acompañaban a la mujer se quitaron los sacos que traían puestos y cubrieron a las niñas que apenas se descubrían desnudas. Aquel día descansaron en la mansión Welther.

La señora de la casa, Adrienne, les prestó vestidos de cuando ella era joven. Las criadas de la casa ayudaron a vestir a las criaturas que parecían haber olvidado los modales e incluso cómo vestirse. La familia Welther tenía una historia relativamente reciente en la ciudad. Los padres de Adrienne llegaron hacía algunos años a la localidad para establecer una compañía de electrodomésticos. Les fue tan bien en aquel lugar que tenían diversas propiedades. Una de ellas era la casa de retiro a la que Adrienne y su hermano Arlen se dirigían cuando se encontraron con las dos desprotegidas criaturas que la señora de la casa planeaba mantener.

La riqueza de la familia Welther era considerable, podrían mantener a muchos niños si así lo hubiesen querido, por lo mismo Arlen no puso queja alguna cuando su hermana decidió cuidar de aquellas dos niñas. Después de todo él era quien dirigía la empresa familiar y su hermana, conservadora por la educación de sus padres, no hacía mucho en sus días de ocio. El chisme y el té, los libros y la cocina eran sus puntos fuertes. Pronto se toparía con dos espíritus impetuosos que le cambiarían la vida.

Debido a que las niñas no recordaban nada, la primera tarea de Adrienne fue ponerles nombre. Johanna le pareció buen nombre para la chica más ágil y grácil. Con cabello sedoso, negro azabache que reflejaba la luz desde ciertos ángulos, un cuerpo delgado y estilizado, ojos verdes, enmarcados por unas cejas poco pobladas, una nariz delgada y labios pequeños y rojos que contrastaban con su piel blanca. Con un cabello naranja, rizado e indomable, de piel blanca y con pecas en su rostro y cuerpo, unos labios voluminosos y pómulos prominentes. Sus ojos color ámbar siempre estaban observando. Karla sería el nombre para la segunda niña. Contrario a Johanna, Karla tenía rasgos más robustos, una nariz más amplia, era más alta y menos impetuosa, quizás algo más torpe en sus movimientos, pero todos los que la veían no podían dejar de pensar en que parecía alguien elegante, con movimientos más lentos y calculados. Johanna en cambio siempre parecía estar previendo las situaciones, siempre buscando resolver problemas que parecía que nadie más notaba.

Después de que Alberto, el mayordomo de la familia, revisara los registros de la ciudad sobre niñas perdidas o en adopción y no encontrara rastro de ninguna de las chicas que su señora había encontrado en el bosque, Adrienne comenzó a generar los papeles por medio de los cuales las niñas tuvieran un nombre, una nacionalidad y un lugar al que pertenecer. Ambas tendrían el apellido Welther. Para la señora de la casa criar a las dos niñas fue un reto que quiso abandonar en muchas ocasiones. En las comidas, los modales de las niñas eran incorregibles, comían de prisa, tomaban los alimentos con las manos, se ensuciaban el rostro y a menudo gruñían. Cuando se les vestía con ropas elegantes con encaje y hermosos colores, estas terminaban siendo garras cuando las niñas se columpiaban en los árboles, escalaban las paredes de la casa o jugaban en cualquier lugar. Cuando ambas chicas jugaban eran como dos bestias que no paraban hasta haber sacado todas sus energías. La hora del té era quizás el momento más doloroso de ver, un completo desastre: dos niñas comiendo galletas todo el tiempo, sin ganas de leer o tomar agua con sabores extraños. Lo que más tristeza le causaba era ver como las dos chiquillas se quitaban la ropa y salían corriendo, se derribaban la una a la otra y se exponían al mundo tal cual eran. Ciertamente Adrienne estuvo a nada de abandonar la educación de aquellos animalitos sin una pizca de decencia, recato o prudencia. Eran todo lo contrario a las enseñanzas con las que ella había crecido. 

Adrienne no comprendía a aquellas señoritas cuya belleza en potencia no podía hacer brillar porque no era posible domar a tales animales salvajes. Pero cuando la noche llegaba, cuando la casa se calmaba, cuando las luces se apagaban y la señora del hogar repasaba el día y los fracasos, ambas niñas entraban en el cuarto de su madre adoptiva. Se desplazaban con gracia aún en la oscuridad del recinto y se depositaban a los lados de Adrienne acurrucándose contra la mujer que ellas sabían hacía todo por darles un hogar y criarlas. Sus enseñanzas también le decían que las señoritas dormían cada una en su propia cama, pero a fuerza de entrar en el corazón de aquella dama conservadora, las enseñanzas del pasado se fueron volviendo obsoletas.

Y así las niñas crecieron, cada día, cada año se volvían más civilizadas. Se comportaban más como señoritas, agradecían correctamente, leían libros interesantes, bebían el té serenamente y paseaban por los árboles en lugar de trepar en ellos… al menos una parte del tiempo pues nunca cambiaron del todo. Adrienne en cambio se volvió más aventurera, comenzó a ir por el mundo, a escuchar música diferente, a pensar en libertades que nunca tuvo, a divertirse entre la gente, a tomar el té con hombres y mujeres de letras. Se volvió un animal sediento de conocer el mundo y poco a poco fue dejando a sus niñas para salir a ver el mundo. El espíritu aventurero de las niñas que había adoptado la poseyó. Las chiquillas se vieron envueltas en un nuevo mundo con muchas experiencias que asimilar en tan poco tiempo. Los viajes, la enseñanza, los lugares que vieron, todo eso les fascinó. Sus vidas estaban llenas de experiencias que les hicieron olvidarse de aquel lugar que en una que otra ocasión habían vito en sueños.


Cuando Adrienne recibió la noticia de su enfermedad habían pasado seis años desde que encontró a las niñas. El cariño que experimentaba por ellas la hizo preocuparse del futuro que tendrían. De manera abrupta los viajes y el aprendizaje se acabaron. La señora de la casa comenzó a tener más cuidado con su ritmo de vida. Se retiró a la casa del bosque en donde se refugió en sus hijas adoptivas a las cuales siguió cuidando con el mismo cariño de siempre aun cuando sus manos y sus pies se debilitaron, incluso cuando su piel era delgada y se tornaba gris. Cuando sus pulmones empezaron a fallar fue cuando supo que el fin había llegado. Johanna y Karla poco sabían de enfermedad. Desde que habían llegado a aquel lugar nunca se enfermaron. Seis años pasaron y bastaron para construir alas en aquella mujer que adoptó a unas niñas por caridad, y que terminó cambiando por la fuerza de vida de las mismas. Un año bastó para soplar sobre el cuerpo de aquella mujer el silencio de la muerte. Y lo que antes fue convivencia diaria, se volvió soledad.

El impacto de ser abandonadas no pasó desapercibido, las niñas se encontraban perfeccionando sus modales con ayuda de las criadas y del ama de llaves de la casa del bosque. Nunca les faltó la compañía que seguía al servicio como siempre, pero aquella mujer a la que llegaron a considerar su madre se mostraba poco por la casa recientemente y eso les había afectado. Ambas empezaron a resentir la soledad como el encierro de la emoción. Adrienne comenzó a ser un recuerdo al final de su enfermedad y cuando finalmente murió, aquellas criaturas poco pudieron procesar de la muerte, pero la falta era evidente. Con el paso de los meses la soledad les causó un estrés constante. Las constantes búsquedas por los restos de presencia de su mentora, arrojaban solo memorias como resultado. A medida que el tiempo pasaba la pérdida aisló a las niñas. Lentamente un sueño se volvía recurrente. Gradualmente las llanuras, los bosques, la luz, los recuerdos inundaban las noches de las niñas. Y finalmente una noche, después de seis meses de haber perdido a Adrienne, ambas niñas pudieron ver claramente otro mundo e interactuar una con la otra dentro de aquel sueño extraño.

Así fue, entonces, que ambas conocieron por primera vez el mundo en el que la soledad no existía realmente. Aquel otro lugar que sólo podrían visitar en sueños. en donde se veían corriendo, cazando, brincando ágilmente de un lugar a otro, sintiendo la libertad de correr hacia un sol que no cegaba, hechas completamente de luz, jugando en el agua, sintiendo una felicidad como la que hacía unos meses perdieron. Las niñas se habían transformado. Karla seguía siendo fuerte, con brazos y piernas más potentes que Johanna, su personalidad confianzuda y astuta le volvió la hermana mayor de inmediato. Johanna en cambio se volvió la tímida y presuntuosa hermana que, silenciosa, podía acercarse a cualquiera sin que nadie la notara debido a que planeaba siempre cada movimiento. Y en cuanto los sueños se hicieron una constante, ambas empezaron a experimentar nuevas transformaciones. 

A base de prueba y error ambas niñas trataban de brincar lo más alto posible, trataban de reaccionar a los estímulos externos de manera más rápida. En sus sueños Karla veía a Johanna como una pantera ágil, silenciosa y segura de sí misma. Johanna por su parte, podía observar a Karla transformada en una tigresa poderosa, fuerte y calculadora. Ambas corrían por praderas sin fin, acompañadas por otros seres de luz que vivían en una paz y tranquilidad constante. La vida era una existencia llena de experiencias que enriquecía el alma de todos los seres de luz. Luego despertaban y la realidad de su soledad les sumía en una tristeza que poco a poco volvía opacos sus ojos y grises sus semblantes. Las niñas comenzaron a comer más seguido, se encontraron deseando llenar el vacío con cualquier actividad que les hiciera emocionarse, peleaban más seguido, y sus sonrisas eran cada vez más fugaces. Nunca se dieron cuenta de las pequeñas sombras que les seguían a todos lados, animalejos que atacaban en las esquinas, bichos residuales de otro mundo y otro tiempo.

Al principio aquellas plagas se mantuvieron a distancia segura, pero a menudo que las niñas perdían energía, las sombras se acercaban cada vez más. Atacaban a las criadas causando pequeños dolores y peleas. Atacaban al ama de llaves de vez en cuando causando espasmos que no terminaban nunca. Y todo esto pasaba sin que ninguna de las otras personas lo viera. Era como si las sombras estuvieran escondidas para todos menos para las dos niñas que cada vez se volvían más taciturnas y sombrías.

Un día de otoño, ambas niñas decidieron salir a tomar el aire libre y dejas sus preocupaciones atrás. Tomaron el té en la mesa del patio y poco a poco las dos cayeron en un sueño profundo. En la ensoñación la figura de un león aparecía de entre las sombras, les consolaba lo mejor que podía, trataba de que su luz no se apagara y les hablaba en un lenguaje que no podían entender. Luego el león exhaló sobre los rostros de las niñas. Las figuras de la pantera y de la tigresa volvieron a desprender luz y ambas niñas despertaron del sueño. El sol ya había desaparecido en el horizonte y se encontraron rodeadas de bichos con formas extrañas y horrendas que intentaban herirlas. Ambas niñas saltaron de las sillas tirando la mesa en el proceso. Con el objetivo de evitar ser heridas comenzaron a correr rumbo al bosque guiadas por una extraña sensación. Al adentrarse en el bosque, los troncos y ramas hicieron más difícil la huida y pronto las sombras les alcanzaron y rodearon. Creyéndose perdidas ambas se pusieron en pose de defensa, con los brazos cubriendo sus rostros y se prepararon para lo peor. 

Pero antes de que los enemigos pudieran atacar, de entre las ramas vacías de hojas, una luz muy brillante comenzó a deshacer a las sombras que tocaba. Aquella luz se acercaba progresivamente a las niñas y ambas pudieron ver bien la figura de un águila descendiendo sobre ellas. La luz, si bien era muy fuerte, no parecía cegarlas e incluso se sentía familiar. Por primera vez en mucho tiempo las niñas sintieron que no estaban solas y la nostalgia las embargó. Las sombras que no fueron atacadas directamente por la luz comenzaron a dispersarse y se perdieron en el velo de la noche. Aquella águila hecha de luz finalmente se posó en una rama, observó a las niñas durante un tiempo y comenzó a hablar en el mismo idioma que el León. Después de no recibir respuesta, a aquel salvador le pareció que las niñas no debían recordar el idioma de los seres de luz, y el águila de porte orgulloso comenzó a transformarse lentamente. Las alas se volvían brazos, las patas piernas, la cabeza se parecía poco a poco a una humana. Finalmente, la luz se había apagado y en la rama el águila había dejado paso a un joven un poco más grande que las niñas. Su cabello era castaño con toques verdes, algo muy raro. Sus ojos eran color miel tan profundo como no se habían ellas topado en su vida. Su nariz aguileña y sus pómulos un poco prominentes le daban un aire de cazador al joven que, acompañado por unas cejas pobladas y labios delgados, ciertamente recordaba a un ave de caza. 

—Pensé que en este punto podrían transformarse, pero veo que lo han olvidado.

Fue lo único que dijo aquel joven que se encontraba desnudo a la luz de la luna, enfrente de Karla y Johanna.


Parte uno. La llamada del león.

 El club.

Daniel había tenido una infancia dura. Desde que tenía memoria se encontraba solo y siempre pedía dinero o ayuda de cualquier tipo en las calles. No recordaba a sus padres, ni como lucían. Tampoco sabía de donde era y a dónde se dirigía. Quizás el recuerdo más viejo y memorable que tenía era haberse despertado una noche en medio del bosque que rodeaba a Ciudad Sixtina. Sin ropas, con hambre, sediento y a punto de congelarse, busco refugio en un viejo edificio y encontró en un vagabundo y en una pequeña fogata, el hogar que creía debía tener. Pero aquel invierno hace dos años fue muy fuerte. Aquel adulto que compartía sus comidas con el niño sucumbió ante el frío debido a la avanzada edad de su cuerpo. Consciente de su propia soledad, el niño comenzó a buscar compañía en las calles que recorría a diario. Debido a su cabello castaño y a su piel morena, pasó desapercibido como un joven más, de quizás catorce o dieciséis años tratando de robar en la calle para sobrevivir. Sus largos brazos, algo extraño para la mayoría de la gente que se fijaba en él, eran la ayuda perfecta para las actividades criminales. Sus ojos cafés, siempre buscando nuevos objetivos, estaban acompañados por una nariz achatada y un poco grande y cejas pobladas que le daban el aspecto de un chico ingenuo. Sin embargo, era todo lo contrario y sabía que debía unirse a otros como él para sobrevivir. Encontró en un grupo niños a los aliados perfectos para conseguir comida.

Los trapos que le cubrían suscitaban algo de asombro. Apenas una camisa maltrecha y unos pantalones con varios hoyos vestían el cuerpo del joven. Los demás chicos tenían que llevar gruesos suéteres o chamarras que les cubrieran del frío. Pero Daniel apenas y necesitaba abrigo, de hecho, apenas y necesitaba comida. Se dio cuenta que cuanto más tiempo pasara solo, se encontraba más débil, más necesitado de alimento y una cobija que le cubriera, pero cuando estaba rodeado de personas, sus necesidades se veían reducidas y su fuerza aumentaba. De un momento a otro se le comenzó a considerar como el líder de las diferentes pandillas de la ciudad. Sus movimientos agiles, su buena disposición y su capacidad de escapar de los escenarios más difíciles en los que se metiera, le hacían un sujeto digno de admiración para los ladronzuelos de la ciudad. Ciudad Sixtina era una ciudad industrial con una capacidad de comercio muy por arriba de sus pares y se encontraba rodeada por montañas al norte y este, en el oeste hay un enorme río por medio del cual los barcos mercantes acceden.

Conforme fue progresando en los oficios que llevaba a cabo se fue comprando mejores ropas, mejores zapatos e incluso gorras y bastones con los que le gustaba jugar y engañar a la gente. No obstante, el progreso que tenía, no pasó desapercibido. Las autoridades pronto comenzaron a investigar la aparición de una banda organizada de ladrones que asaltaban a las personas de la ciudad. Daniel se vio perseguido por la ley, lo que le obligó a ocultarse y a sufrir el estrés de vivir siempre temiendo a ser descubierto. Fue en esta época que los sueños comenzaron. Primero veía la silueta de un león majestuoso que corría rápidamente y cuyo ruidoso rugido no le hacía temer sino sentirse protegido. Los sueños no duraban mucho, y de todos modos no podía recordar demasiado de ellos. De hecho, lo prefería así, conocía bien su realidad y esperaba poder hacer algo en contra de lo que en su vida real le estaba pasando. Aquellos sueños eran una mera distracción.

Después de meses de ser perseguido, los sueños se hicieron más recurrentes. Eventualmente se encontró soñando todas las noches con lo mismo: un león que lo llamaba desde lejos. Pronto empezó a visualizar un mundo hecho de luz que cada vez se volvía más nítido. No fue hasta que toda su pandilla fue apresada que comenzó a sufrir de las ansias de libertad, como si quisiera escapar de su propia realidad. Se encontró deseando brincar entre los árboles, cuando soñaba con aquel otro mundo. Se imaginaba a sí mismo como una especie de mono que comenzaba a caminar en dos patas, pero eventualmente usaba sus manos alargadas para poder adquirir un impulso que le daba la sensación de estar volando. Aquellos sueños eran tan vívidos que trató de imitar lo que veía en sus sueños y se encontró con que era fácil para él trepar a los árboles y saltar de rama en rama, incluso sus manos no parecía resentir el duro roce de la corteza con su piel humana.

Los meses pasaron y la primavera empezó a calentar el mundo. Los colores danzaban ante los ojos de todos los que habitaban en la ciudad Sixtina. El rumor de una sombra que brincaba en los árboles del bosque puso en alerta a los policías de lugar. En ese entonces Daniel comenzó ver aquel lugar de sus sueños de una manera más nítida. Lo que veía siempre le ponía triste, una especie de nostalgia lo invadía. Aquel sentimiento, no obstante, no se comparaba con lo que sintió al soñarse perseguido por una obscuridad que corrompía todo y que llenaba al mundo de una tremenda tristeza y desilusión. En el sueño, un pobre mono hecho de luz se veía perseguido. Su hogar en las casas de paja de cierto bosque comenzaba a ser tragado por una obscuridad que espantaba al joven. A su alrededor todo era confusión, otros monos y animales diversos hechos de luz corrían rápidamente a resguardarse, pero era imposible escapar de la amenaza. Un grupo de monos salió del bosque y corrió todo lo que pudo, pero pronto se vieron tragados por la obscuridad. Sin importar el peligro de la amenaza y lo aterrados que muchos de los animales estaban, algunos decidieron enfrentar a las sombras y parecían mantenerlas a raya usando su propia luz para detener el avance de la corrupción. Pero eventualmente las defensas fallaban y todos eran consumidos.


—huye, rápido, despierta y huye al bosque.


Daniel comenzó a escuchar una voz que le advertía, pero el sueño traumático lo mantenía atento a la acción. Cansado de correr, el mono acepto su destino: desaparecer como sus amigos. Pero en el sueño, el mono era salvado por un tigre hecho de luz que lo subía a su espalda. Cerca del tigre, una pantera corría con todas sus fuerzas. Los felinos ayudaron al mono que se había alejado lo suficiente de las sombras como para ser rescatado, ninguno de sus compañeros tuvo la misma suerte. Los tres animales se encontraban huyendo de aquel mal hacia un destino incierto. Las estrellas aquella noche parecían brillar menos, el mundo parecía cubrirse de sombras, y desde las verdes montañas a lo lejos se podía ver una enorme oscuridad devorar todo. La rapidez de los felinos disminuía por el cansancio, habían corrido durante mucho tiempo, pero finalmente estaban exhaustos. El último escondite era un bosque al que nadie entraba. Los dos felinos se detuvieron ante los árboles como meditando cuál era el peor de sus problemas, el bosque del que nadie salía o las sombras que todo tragaban.


—Párate pequeño, debes huir rápidamente.


El mono saltó de la espalda de aquel tigre.

—Yo les guiaré, síganme —dijo mientras miraba lo espeso del bosque.

Entonces el mono se adentró en los árboles y comenzó a brincar de rama en rama balanceándose ágilmente. La pantera pudo seguirle el paso pues su cuerpo era más estilizado que el del tigre que, al ser más robusto se veía chocando contra los numerosos troncos del bosque. Atrás de ellos quedaban las últimas luces y cuando el mono decidió ver el avance de las sombras se percató de que estas entraron sin ningún problema al bosque.

—rápido, debemos huir, hay que salir de aquí. Chilló el mono con apremio.

La pantera lo siguió de cerca y atrás de ellos, con visible complicación, el felino más grande los seguía de lejos. De pronto el mono pudo divisar un punto de luz que se hacía más grande conforme avanzaban. Con las sombras detrás de ellos, aquel punto de luz parecía la única manera de salvarse. La pantera le seguía de cerca y al ver el punto de luz que se iba convirtiendo en un remolino luminoso, pensó lo mismo que el mono: llegar al sitio. Las sombras rodearon al punto de luz y los tres animales estuvieron en peligro de ser corrompidos. Cuando el mono estuvo a un salto de llegar al vórtice de luz la pantera le gritó.

—Ella no lo logrará, necesita ayuda.

El mono se detuvo y se dio la vuelta.

—Salta a la luz, yo la ayudaré. No mires atrás.

Atrás, el enorme felino corría con dificultad, el mono regresó a ayudarla, pero era un animal muy pesado, no podría cargar con ella. Alrededor del punto las sombras devoraban todo a una velocidad alarmante.

—Salta con todas tus fuerzas, yo te arrojaré a la luz —Le gritó el mono a la felina.

Con las fuerzas que pudo reunir, el cansado ser saltó brincando de un árbol a otro. Al brincar desde el último tronco, el mono tomó al enorme animal hecho de luz y le pudo dar un impulso que le hizo alcanzar al remolino de energía al mismo tiempo que la pantera saltaba y entraba. El mono cayó al suelo y se oyó un golpe seco, apenas pudo recuperarse se dio cuenta que las sombras estaban sobre él. Ágilmente se balanceó en las ramas de los árboles de la manera más ligera y rápida que pudo y justo antes de que las sombras lo alcanzaran pudo llegar al remolino de luz que había enfrente de él, mismo que desapareció después de que el mono lo alcanzara.


Una luz molestó a Daniel. Al abrir los ojos se encontró en el mundo real, como si apenas hubiese cruzado alguna especie de portal.

—Lo hemos encontrado —Gritó un policía.

Daniel no tardó en darse cuenta que la luz que lo había despertado era producto de una linterna que apuntaba directamente a su rostro y lo encandilaba. En cuanto se percató de lo que pasaba se paró de la improvisada cama que tenía en el suelo. Observó haces de luz en todas direcciones de al menos veinte sujetos que rodeaban un escondite que ya no era seguro. Sin recoger ninguna de sus pertenecías, saltó a una de las ventanas y trepó ágilmente hasta el techo del viejo edificio mientras su silueta era iluminada por los hombres que le seguían. Al llegar al otro lado del edificio descendió ayudado de un árbol cercano al lugar y corrió hasta encontrarse en el bosque del que un día salió, su primer recuerdo en el mundo real. Trepó por las ramas, brincó lo más ágilmente posible y pronto se encontró demasiado alejado de los perseguidores como para escuchar sus voces, no obstante, los haces de las linternas se podían seguir viendo.

Queriendo escapar definitivamente de aquellos hombres, Daniel siguió huyendo por media hora más. Pronto se encontró con un bajo muro con rejas que parecía ser costoso. Se encontraba exhausto y hambriento, hacía meses que no tenía compañía, sus fuerzas habían disminuido y sentía una terrible hambre. Así que no dudó en cruzar a lo que definitivamente era una propiedad privada y hogar de una familia rica con mucha comida para robar. Los esfuerzos de Daniel dieron frutos cuando se encontró con una casa enorme frente a él. Rápida pero silenciosamente trató de encontrar la cocina para poder obtener algo que comer. La cocina era grande, las ventanas parecían seguras, y tuvo que romper un vidrio para poder ingresar al edificio. Con la mayor calma del mundo colocó una tela en la superficie del vidrio y procedió a romperlo para formar un pequeño hoyo por el cual metió la mano y quito el seguro de la ventana. 

Su olfato lo guiaría hasta la bodega. Algunos granos, panes y bebidas se encontraban dentro. El joven se dirigió inmediatamente a las frutas en conserva y los panes. Decidió que los curtidos y otras conservas le servirían para después. Daniel estaba a punto de comenzar a comer cuando la luz de la cocina se prendió asustando al hambriento joven. ¿Quién se podría haber levantado si no había hecho nada de ruido? Preguntarse cosas inútiles no tenía sentido, lo que debía hacer era huir. El joven miró dos siluetas en la entrada de la cocina, muy alejada de la ventana que en ese momento era la única vía de escape. Se preparó para correr lo más rápido que pudo y pronto se vio a unos pasos de la libertad, después de todo él siempre había sido ágil. Pero antes de llegar a la ventana la silueta de una chica se interpuso. Una velocidad abrumadora y unos ojos verdes le cortaron el paso. ¿Cómo podría huir ahora?

viernes, 19 de octubre de 2012

Y luego dicen.


Las palabras amontonan los ocasos vacíos mientras los pensamientos fluyen cual etéreo tiempo tomo la vida en ser. Y luego dicen, hablan, callan, y luego son, primero piensan y nada piensan pues nada fueron.

Así son los escalones de la mortal vida. Unos van otros vienen siempre somos cuando pensamos que tenemos, pero nunca somos más que lo que nos hacemos.
Cuando estamos abajo tenemos un sueño y cuando estamos arriba nuestro sueño es no perder el sueño. Cuanto tiempo Gastado, cuantas flores marchitaron mientras esperábamos que todo fuera siempre amanecer.

La vida no es de los que tienen un sueño, es de los que nunca dejan de soñar. No, la vida no es de lo que nunca dejan de soñar, no es de los que tienen un sueño, sino de aquellos que tienen la voluntad de seguir escalando, de seguir en la pelea infinita aun cuando no sean más. Aun cuando sus sueños mueran, por otros que llegaron. Porque los castillos en el aire si existen, pero solo para aquellos que hicieron aire sus primeros sueños, en favor de uno mayor.

La vida no es más que el destello de un bello ocaso, siempre muriendo, morir peleando

jueves, 18 de octubre de 2012

Esto no es venganza… es justicia pura.


Si que he pensado dejarme abandonado, tirado en la calle. Pero nunca lo imagine como tal. Pues que mi obsesión es como es, porque mi determinación crece con cada soplo en contra. Algún día, uno de tantos días, uno de la infinita creación, me hice una promesa; ser cuerpo, alma y mente de lo que soy.

No puedo ser otra cosa que lo que soy, pero desde lo que soy lo puedo hacer todo.

Ese mismo día tuve mi llama para calentar mi cuerpo, tuve vida dentro de mí, mi existencia llamó a la luz y fui creado de una nada mayor, de un ansia de sobrevivir. Pues sí que era cálida mi llama, pues si que no había violencia solo arrogancia. Pues sí que todos cargan un alma igual de bella, una llama igual de hermosa.

Pero no está destinado a durar para siempre todo; eso lo aprendí en éste mundo. Y, por más bella que sea mi alma, comprendí lo mucho de bellas que tienen las demás. Entonces lo decidí. Los otros son como son y yo quería ser como ellos, pero no se puede alcanzar las estrellas con las manos. Tú mismo debes convertirte en estrella, debes quemarte, debes sacrificarte, debes volverte llama, incendio, crepúsculo de tierra, debes incendiar todo a tu alrededor, quemar vehementemente el bosque para permitirte ser libre. Sólo entonces, cuando seas llama rampante serás estrella, solo entonces serás tú.

Porque el mundo es como es y nos ha golpeado siempre, lleva metiéndonos la cara en el fango desde que estamos en él. Y yo aceptaba sus propuestas, aceptaba con humildad. Pues ya no, que me tire mil veces, si por eso es mundo. Me ha provocado cuanto y de cuantas formas, perdí la cuenta. Me ha golpeado, sobajado, destruido, magullado, ha hecho lo que ha querido conmigo y siempre  me reconstruía, me recuperaba, lamia mis heridas y humilde regresaba a preguntarle a mi destino ¿cuándo se cumplirá todo? Todas esas veces que pedí al cielo amnistía, todas esas veces me otorgo lo contrario, y humilde obedecía.

Bueno pues ya he terminado con eso. ¡He vuelto! He regresado de una muerte más fría que la soledad, más fría que la destrucción, más fría que el dolor y sin embargo he regresado más incendio, más llama, más caliente que cualquier estrella, ya no para pedir, ya no para rogar, ya no para sufrir, ahora vengo a exigir, a tomar, a ser. Ha llegado la hora de que el mundo me pague todas y cada una de las que me ha hecho, ha llegado la hora de que el destino me devuelva lo que me debe, ha llegado la hora de tomar del cielo lo que me prometió, pues soy espada sin vaina, soy llama sin cuerpo, y si no pagan lo que me han hecho, bien me puedo conformar con ver todo arder. Esto no es venganza… es justicia pura.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Todo eso vivirá por siempre.


En olvido, no en ignorancia, someteré a mis enemigos, porque soy mundo, como ya he dicho, soy llama que todo lo quema. No meteré más fuerza. No seré más abrumado por nada ni nadie. Mi objetivo está claro ahora. Soy lo que vine a hacer, y si no hago nada entonces no soy nadie.

Por eso, no por otra cosa, hago lo que hago. No que no tengan verdad los demás, pero su verdad está en contra de la mía. Olvidaré si es necesario la meta de mi nacimiento, pero nunca mi promesa, me  olvidare de los días del pasado, son recuerdo. Pero es un recuerdo precisamente, si me olvido de ellos las personas que los habitan también serán olvidadas. Y eso hice.

Olvide las promesas que me apartaban de lo que fue mi promesa inicial. Porque algún día dije de mi que era idealista y falle quizás en eso. Ahora no fallaré, olvidaré si es necesario. Resurgiré del pantano si así ha de ser. Me veré envuelto en el olvido al que someto a todos y entonces seré en donde ellos nunca podrán ser.

Porque soy humano pero no tanto para no sentir realmente, porque soy lo que soy a partir de las cosas que me destruyen. Porque una parte de mi se va y otra ingresa. Pues bien hoy reclamo a todos los que están tirados. Hoy los enjuicio por su desdicha. Que el mundo muere y vive a cada segundo. Hoy los llamo a no ser lo que éste les dice, que el mundo miente, lleva mintiéndonos desde que se creó. Hoy les declaro la guerra a los que están en el suelo si con eso puedo hacer que se levanten, porque igualmente estaba tirado y me puse de pie. Hoy los llamo a ser lo que no pudieron en toda su vida a morir y a dejar vivir si no pueden. A ser. Porque soy yo y nadie más el mundo.

Todo lo que contiene a mi dedo, todo eso vivirá por siempre.